Hace tiempo que ya no soy feliz.
No me malentiendan, estoy felizmente casado con una mujer que me quiere, tengo unos hijos sanos, inteligentes, buenos estudiantes y afortunadamente no están relacionados con ambientes de alcohol y drogas.
Pero hace tiempo que no soy feliz
No hace mucho tiempo la situación económica era más o menos normal, la mayoría de la gente tenía trabajo que rendía lo suficiente para que no tuvieran que emplear todas las horas del día en ganar para vivir, en sobrevivir, por supuesto cada uno en su nivel y medida.
Esto se traducía en calidad de vida que se basaba en términos generales en que los servicios públicos se financiaban con impuestos, la gente tenía tiempo libre y algo de dinero para gastar. Todo más o menos normal, el dinero que les sobraba a unos permitía que otros negocios vivieran. Entre medias estaban los bancos que prestaban dinero y más o menos existía un cierto equilibrio y una sensación de progreso y futuro.
Este sobrante de tiempo y de dinero se usaba para construir futuro.
Sí, he dicho futuro, palabra cuyo significado ha sido desvirtuado en estos últimos años.
No hace mucho, todo el mundo hacía planes de futuro: «Voy a comprar un coche nuevo y lo pagaré en cuatro años..»,»…cuando acabe de pagar la cocina cambiaré el televisor…», «Este verano iremos a la playa…», «…estoy pensando en alquilar ese local…», “…voy a hacer un curso de …”
En definitiva, en la medida de cada uno, había una ilusión, ganas de avanzar, de progresar.
Pero esto ya no es así. Entre los dirigentes políticos jugando a llenarse los bolsillos y la banca jugando al casino de la economía especulativa han estropeado este equilibrio y para echarle la culpa a quien no la tiene – o al menos no la tiene toda- y cubrir sus manejos, han creado una bestia que sirve para explicarlo todo: La crisis, la maldita crisis, palabra de moda que lo justifica todo y su adlátere, la maldita frase -que estoy harto de escuchar por todas partes- «…con la que está cayendo…» que justifica el parón del progreso y en definitiva el futuro de todos.
Estamos de acuerdo en que si tu puesto de trabajo está en peligro, tu percepción del futuro cambia de forma radical, el futuro no existe, hay que construirlo, pero … ¿con que?
Años atrás, el dinero era la representación en forma de papel de una riqueza real, material y palpable. Todos hemos oído hablar del patrón oro. Se supone que los billetes eran los recibos de la misma cantidad en oro que estaba guardado en el banco central del país.
Eso acabó hace mucho tiempo, permitiendo que se imprimiera dinero sin que hubiera un valor real detrás. Por tanto el dinero dejo de representar algo real y empezó a ser algo ficticio, un billete dejó de tener un contravalor tangible para tener un valor basado en formulas calculadas según factores e indicadores económicos.
La banca vendía dinero que era comprado por las empresas para adquirir bienes de equipo con los que producir y prestaba a particulares para que consumieran lo fabricado. Es decir era una banca dedicada a la economía productiva.
La banca gana
Pero esto cambió cuando la banca empezó a inventarse productos, subproductos y derivados financieros y decidió que era más productivo -para ellos- ganar un 20 por ciento vendiendo un producto de nombre rimbombante basado en pura especulación e ingeniería financiera virtual que ganar un 5 por ciento con la financiación de una maquinaria de una fábrica.
La banca gana.
De esta forma y gracias a los derivados financieros de alto riesgo, operaciones con apalancamiento financiero, opciones sobre contratos, fondos de inversión de alta rentabilidad, participaciones preferentes, opciones binarias y todo tipo de artimañas financieras junto con el vender demasiadas veces el mismo dinero, la banca basada en la economía productiva se convierte en una banca especulativa. En resumen convierten la economía en un gran casino y hacen que los jugadores profesionales de este casino sean considerados como superhéroes dignos de imitación.
La banca gana
Pero en los casinos se gana y se pierde. En una jugada uno gana a costa de que muchos pierdan. Una serie de jugadas especulativas fallidas, burbuja inmobiliaria, hipotecas subprime etc. consumen una gran cantidad de dinero virtual, grandes firmas financieras caen, los bancos dejan de fiarse los unos de los otros, no se prestan entre ellos.
Gracias a los noticiarios, el gran público empieza a manejar términos económicos en sus conversaciones de bar, como por ejemplo, la prima de riesgo (que no es la prima del Sr. Riesgo).
La banca vuelve a ganar (menos, pero gana, no se engañen)
¿Y ahora qué? Pues la fastidiamos, ahora la banca cierra el crédito, no puede seguir prestando porque no tiene dinero para prestar y empezamos la reacción en cadena. Se dejan de renovar las cuentas de crédito de las empresas. Estas al perder, dejan de invertir, retroceden, recortan gastos y gradualmente reducen personal.
La gente tiene menos dinero en el bolsillo y por tanto gasta menos, esto provoca que los negocios, por falta de ventas, generen más desempleo que a su vez redunda en que el Estado recaude menos para mantener los servicios públicos. Vamos, como decía mi abuela, “…la pescadilla que se muerde la cola…” Un círculo vicioso, que se decía en mis tiempos.
La banca sigue ganando.
Los gobiernos que han consentido que la banca se juegue nuestro dinero le apoyan y ayudan a rellenar el vacío que han generado sus fallidas apuestas de casino, inyectando dinero a montones, miles de millones de euros.
Señores, en este momento de crisis, es necesario rescatar a la banca -nos explican- mientras te enteras de que están desahuciando a familias enteras por no poder pagar unos pocos cientos de euros de hipoteca.
Los bancos siguen ganado dinero, todos los años dan beneficios, pero rondamos los cuatro o cinco millones de desempleados dependiendo de cómo hagan las cuentas. En cualquier caso representa la cuarta parte de la población activa.
Nos estamos estancando, nos hemos parado, empezamos a retroceder, iniciamos un claro periodo de decadencia.
¿Cómo voy a pensar en el futuro si el 100×100 de mi tiempo lo uso en sobrevivir?
¿Cómo voy a progresar si el 100×100 de mi tiempo lo uso en sobrevivir?
Recuerdo los planes a largo plazo de mis padres. Ahora, aquellos que hacían planes a varios años vista ya no los hacen, aquel empresario que pensaba ampliar maquinaria para que en unos años creara riqueza ya no hace planes de futuro, el futuro de la gente ya no es el año que viene, ya no es el verano que viene, apenas es el mes que viene.
El futuro para la mayoría de nosotros consiste en llegar a fin de mes. Quizás nuestra visión del futuro, nuestro horizonte de futuro no pase de mañana.
Quizá sea verdad que el futuro no existe y por tanto ¿por qué preocuparnos por él?, mejor preocuparse sólo de las necesidades animales básicas, como comer todos los días y consumir deportes sentado ante la tele.
Estoy seguro de que esto es una estrategia de alienación. Así que me pregunto:
¿Dónde está el dinero? ¿Quién se lo ha llevado? ¿Quién lo ha perdido? ¿Lo han robado? ¿Qué pasó con los planes de futuro? ¿Qué ha pasado con el futuro? ¿Dónde está mi futuro?
Ya no soy feliz porque me han robado el futuro.
Fco. J. Huerta (2014)