El pasado día 19 de agosto de 2023 se celebró en Gavilanes el V Festival «Música sobre las Aguas» con la participación de Amado Tango, Ronda «El Escalante» (de Candeleda) y la ronda de Gavilanes.
Tras el brutal paréntesis de la pandemia, el pasado día 19 de agosto de 2023 la queda pátina de las aguas se volvió a rociar de siluetas, reflejos desmayados y pupilas expectantes. Pasadas las diez de la noche, se desgranaban los primeros acordes del ya arraigado Festival “Música sobre las Aguas”.
Por quinta vez se congregaron en torno a la piscina natural del Escurialejo (Gavilanes) los oficiantes de ese delicioso conjuro, encabezado esta vez por el trio “Amado Tango”. La palidez de sus rostros se enmarcaba entre el bombo de una peña, el sinuoso y macizo perfil del contrabajo y los enhiestos troncos de los alisos.
Desde el pie de la piscina donde se despeñaba el agua, su fragor apenas dejaban entrever la cadenciosa melancolía de las notas y la mirada se deslizaba sin tregua hacia el titilar de las candelas que cercaban la acuática lámina. Exigua rival ésta para una bóveda celeste donde una miríada de estrellas serenaba los ánimos y empequeñecía las cuitas, propias y ajenas.
Elena, la cantante, envuelta en un estampado de rompe y rasga, exhibía un timbre lírico que se prestaba al arrobo y al recogimiento. A veces, el cante vigoroso se tornaba en medroso recitado. Arropada por los acordes estremecidos de la guitarra y la gravedad del contrabajo maridaba en sus letras la amargura de los sueños con estrellas y luciérnagas. Composiciones como “El día que me quieras”, “Todo a media luz” o “Volver, volver” quebraban el corazón más entumecido y hacían aflorar emociones recónditas desde el desván de la memoria.
El folk irrumpía con fuerza de la mano de la ronda candeledana de El Escalante, fieles custodios de la tradición oral de sus mayores. Escoltaban al trio de blusones blancos del centro, sendas voces femeninas de edad dispar, tres guitarreros, dos bandurrias y un nonagenario, Antonio Garro, rigurosamente de negro tocado con sombrero de aire siciliano que se encargaba del triángulo.
Se arrancaban con una malagueña: a la voz templada y a veces rota de los hombres se contraponía el cante cristalino de su contraparte femenina. Bajo sus pies las trémulas estelas de agua matizaban los sones de las gargantas. Jotas navarras y aragonesas empapaban el ambiente y propiciaban que algunos puñados de mujeres se marcaran la citada malagueña, jotas y seguidillas, desafiando las tinieblas. El tintineo del triángulo brincaba sobre los acordes de los guitarreros y la actuación concluía desgranando un emotivo aplauso del respetable.
Mayor agilidad y garra brotaron de dedos y gargantas de la Ronda de Gavilanes. No en vano su casi docena y media de integrantes jugaban en terruño propio. Ataviados ellos con chambras de color añil y ellas con trajes de serrana, atestaban el entarimado. Pedro Martínez encabezaba esa copiosa comitiva donde las letras se aliñaban, en perfecto engranaje, con acordes de guitarra, laudes, el gemido de un violín y el golpeteo de “los hierros” (el triángulo) de Jose el de la Sagra.
La nostalgia teñía de emoción expresiones tan poéticas como “Soñé que la nieve ardía, soñé que tu me querías…” o el desgarro de “Una paloma cogí, los hijos quedaron llorando, como yo lloro por ti”. Durante parte de su actuación, el revuelo de pies y brazos de la jota interpretada por Alberto y Veronica selló con una imagen imborrable nuestro recuerdo en la retina. El estruendo de las palmas de un publico entregado rubricó la despedida de la Ronda.
Debido a la premura de plazos con los que conto la organización, no fue posible promocionar el acto como se merecía y ello incidió en una menor afluencia de asistentes.
Este maravilloso espectáculo no habría sido posible sin la colaboración de los vecinos, en particular de los miembros del grupo Cabezo y su alma mater, Chema Fernandez (organizador del acto), desplegando una labor infatigable las jornadas previas y posteriores al día señalado en la logística y montaje del escenario.
Tampoco se puede omitir la colaboración del Ayuntamiento de Gavilanes, encabezado por Luis Padró, el alcalde, en todo aquello que se le solicitó. Una sola espiga no habría bastado para sacar todo ello adelante, pero la gavilla de todos los que unieron sus fuerzas en hacer realidad este sueño de una noche de verano se reveló inasequible al desaliento. El embrujo tiene una cita imprescindible en nuestro valle y se halla… en Gavilanes.
PD. Seria injusto omitir el nombre de todos aquellos que participaron desinteresadamente en un evento tan singular:
En lo relativo al montaje del escenario, la nómina la formarían Javi, Manel, Santi, Marce, Alberto, José Ángel, Roberto, Juan Manuel, Juan Pablo, José María, la inestimable colaboración de dos adolescentes (Héctor y Adrián) y el propio organizador, el incombustible Chema Fernández.
Por parte del ayuntamiento, además del alcalde, implicado directamente en una rifa para sufragar los gastos, debemos citar también a Miguel y Carlos (encargado del sonido), Juanjo y Julio (responsables de la iluminación) y la inefable aportación de los moldes de magdalenas necesarios como soporte de las velas por parte de la panadería Las Torres. El punto final lo pusieron las brillantes féminas que prendieron las candelas, encabezadas por Raquel.