(1499-1562)
San Pedro, nacido en Alcántara el año 1499, hijo del gobernador don Pedro Alonso Garavito y de la noble señora doña María Vilela de Sanabria y Maldonado. Fue fraile franciscano español. Su nombre real es Juan de Garavito y Vilela de Sanabria.

Nació en el seno de una familia noble. Sus padres cuidaron esmeradamente de su formación intelectual. Estudió gramática en Alcántara y debía de tener once o doce años cuando marchó a Salamanca. Allí cursó filosofía y comenzó derecho. A los quince años había ya hecho el primero de leyes. En Salamanca daba su comida de limosna y servía a los enfermos.
Tornó a su villa natal en vacaciones y entonces surgieron sus dudas sobre la elección de su camino. Un día el joven vio pasar ante su puerta unos franciscanos descalzos y marchó tras ellos, escapándose de casa apenas cumplidos los dieciséis años. Abandona los estudios y toma los hábitos en 1515 en el convento de San Francisco de los Majarretes, cerca de Valencia de Alcántara, donde toma el nombre de Fray Pedro de Alcántara.
Entró muy joven en la Orden franciscana y llegó a ser provincial. Organizó definitivamente la reforma de los franciscanos en España, siguiendo el mismo espíritu que Santa Teresa, de la que fue acertado consejero, ayudándola a llevar a cabo la perfecta reforma del Carmelo. Austero y duro consigo mismo, extremaba su dulzura con los demás.
Apenas entrado en el noviciado vivía en continua oración. Dios le arrebataba de tal forma que muchas veces durante toda su vida dicen que se le vio elevarse en el aire sobre los más altos árboles, permanecer sin sentido, atravesar los ríos andando sin darse cuenta por encima de sus aguas. Como consecuencia desde el principio se manifestó hombre totalmente muerto al mundo y al uso de los sentidos. Nunca miró a nadie a la cara. Sólo conocía a los que le trataban por la voz; ignoraba los techos de las casas donde vivía, la situación de las habitaciones, los árboles del huerto. A veces caminaba muchas horas con los ojos completamente cerrados y tomaba a tientas la pobre refacción.
Gustaba tener huertecillos en los conventos donde poder salir en las noches a contemplar el cielo estrellado, y la contemplación de las criaturas fue siempre para su alma escala conductora a Dios.
Si en la mortificación de la vista había llegado, cual declaró a Santa Teresa, al extremo de que igual le diera ver que no ver, tener los ojos cerrados que abiertos, es casi increíble el que durante cuarenta años sólo durmiera hora y media cada día, y eso sentado en el suelo, acurrucado en la pequeña celda donde no cabía estirado ni de pie, y apoyada la cabeza en un madero. Comía, de tres en tres días solamente, pan negro y duro, hierbas amargas y rara vez legumbres nauseabundas, de rodillas; en ocasiones pasaba seis u ocho días sin probar alimento, sin que nadie pudiese evitarlo, pues, si querían regalarle de forma que no lo pudiese huir, eran luego sus penitencias tan duras que preferían no dar ocasión a ellas y le dejaban en paz.
Llevó muchísimos años un cilicio de hoja de lata a modo de armadura con puntas vueltas hacia la carne. El aspecto de su cuerpo, para quienes le vieron desnudo, era impresionante: tenía piel y huesos solamente; el cilicio descubría en algunas partes el hueso y lo restante de la piel era azotado sin piedad dos veces por día, hasta sangrar y supurar en úlceras horrendas que no había modo de curar, cayéndole muchas veces la sangre hasta los pies. Se cubría con el sayal más remendado que encontraba; llevaba unos paños menores que, con el sayal, constituían asperísimo cilicio. El hábito era estrecho y en invierno le acompañaba un manto que no llegaba a cubrir las rodillas. Como solamente tenía uno, veíase obligado a desnudarse para lavarlo, a escondidas, y tornaba a ponérselo, muchas veces helado, apenas lo terminaba de lavar y se había escurrido un tanto. Cuando no podía estar en la celda por el rigor del frío solía calentarse poniéndose desnudo en la corriente helada que iba de la puerta a la ventana abiertas; luego las cerraba poco a poco, y, finalmente, se ponía el hábito y amonestaba al hermano asno para que no se quejase con tanto regalo y no le impidiese la oración.
Su aspecto exterior era impresionante: la cara esquelética; los ojos de fulgor intensísimo, capaces de descubrir los secretos más íntimos del corazón, siempre bajos y cerrados; la cabeza quemada por el sol y el hielo, llena de ampollas y de golpes que se daba por no mirar cuando pasaba por puertas bajas, de forma que a menudo le iba escurriendo la sangre por la faz; los pies siempre descalzos, partidos y llagados por no ver dónde los asentaba y no cuidarse de las zarzas y piedras de los caminos.
Fundó el convento más pequeño del mundo, «El Palancar», cerca de Pedroso de Acim.
Conocido sobre todo por su penitencia, encandilaba a las masas con su oratoria. Redujo el «Libro de la oración y Meditación» de Fray Luis de Granada a su versión portátil y popular, el «Tratado de la oración y meditación».
Por donde iba dejaba su rastro de santidad, caminaba descalzo, y se contaban los prodigios que ocurrían en torno a su persona como serían pasar el río Tiétar sobre las aguas, el no mojarse en plena tormenta o el que la nieve formase una pequeña cavidad a su alrededor en el Puerto del Pico cuando regresaba de un viaje a Ávila.
Tuvo íntima relación con los grandes santos de su época: San Francisco de Borja, quien llamaba «su paraíso» al convento de El Pedroso donde el Santo comenzó su reforma; el beato Juan de Ribera, Santa Teresa de Jesús, a quien ayudó eficazmente en la reforma carmelitana y a cuyo espíritu dio aprobación definitiva. Acudieron a él reyes, obispos y grandes. Carlos V y su hija Juana le solicitaron como confesor, negándose a ello por humildad y por desagradarle el género de vida consiguiente. Los reyes de Portugal fueron muy devotos suyos y le ayudaron muchas veces en sus trabajos.
En 1560 se encuentra con Santa Teresa en casa de Doña Guiomar de Ulloa y trata sobre la fundación del convento de Arenas, tras haber concluido antes las del convento de La Viciosa y del Rosario en términos de Oropesa.
Pedro de Alcántara tranquiliza y asegura el espíritu de Teresa de Jesús, y entre ambos santos surge una profunda y sincera amistad: en adelante, él es el consejero fiel de la santa y quien la orienta y le da el impulso definitivo para iniciar la reforma del Carmelo con la fundación del convento de San José de Ávila; y fray Pedro abre su corazón a la Madre Teresa, que será su primer biógrafo, dedicándole tres capítulos de su Autobiografía.
Y hay confirmados muchos milagros: innumerables veces pasó los ríos a pie descalzo; dio de comer prodigiosamente a los religiosos necesitados; curó enfermos; profetizó; plantó su báculo en tierra y se desarrolló en una higuera; atravesó tempestades sin que la lluvia calara sus vestidos, y en una de nieve ésta le respetó hasta el punto de formar a su alrededor una especie de tienda blanca.
Es probablemente con ocasión de un viaje de paso para Ávila, cuando Pedro de Alcántara conoce en Arenas (actualmente Arenas de San Pedro) la ermita de San Andrés del Monte, a poco más de dos kilómetros de la villa. Levantada en el primer tercio del siglo XVI, era ésta una pequeña edificación de poco más de treinta metros cuadrados, de estilo gótico isabelino. La cofradía arenense de San Andrés se la ofrece para la fundación de un nuevo convento de su reforma. Cuentan las crónicas que tanto agradó al santo el lugar que exclamó: «Dios tiene grandes designios sobre este lugar».
De ahora en adelante Arenas y su comarca experimentarán las riquezas del apostolado y el ejemplo de la vida de fray Pedro, que fija su residencia en Arenas en la primavera de 1562.
Viajaba, en un asnillo, a Ávila, Oropesa y al convento de Ntra. Sra. del Rosario, situado en las proximidades del actual pantano del Rosarito. Mientras se construía el pequeño convento, vivía en una casa que tenía la cofradía del mismo nombre en el pueblo y que después se convirtió en Enfermería.
Ante el agravarse de su enfermedad, el 12 de octubre de 1562 se hace llevar a Arenas, donde quiere recibir la muerte rodeado de sus hermanos. En el amanecer del 18 de octubre, alegre de verse ya de partida para la gloria, después de pedir perdón a su cuerpo por las asperezas y rigores con que le había tratado todo el tiempo de su vida, comenzó a rezar el salmo «miserere», quedándose absorto en la contemplación de la Trinidad y de la Virgen María. Vuelto en sí, y diciendo: «¡Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor!», entregaba su espíritu.
El 18 de octubre de 1562 murió en Arenas de San Pedro.
La fama de su santidad hizo que su sepulcro se convirtiera enseguida en meta de peregrinación de innumerables devotos que, sin distinción de clase ni condición, reconocían su santidad e invocaban su intercesión. En 1591 sus restos fueron colocados en un nicho al lado del evangelio en la ermita de San Andrés, ampliada pocas fechas antes. El arca que contenía los restos se tabicó, al no estar autorizado su culto; pero, como memoria de la presencia allí de tan preciado tesoro, en la pared se pintó una imagen suya, que es hoy el primer testimonio iconográfico alcantarino. Años más tarde, en 1616, ya bastante avanzado el proceso de beatificación, se hizo una pequeña capilla al lado derecho del altar, a la que se trasladaron de nuevo los restos del santo, autorizado ya su culto público.
Respondiendo a la reiterada petición de cardenales, obispos, reyes, nobles y pueblo sencillo, que escriben al Papa solicitando la gloria de los altares para fray Pedro, Gregorio XV lo beatificó el 18 de abril de 1622, domingo de pascua. Con este motivo Arenas lo declaraba patrón perpetuo de la villa e hizo voto de tener por día de fiesta perpetuamente el 19 de octubre de cada año.
Su canonización por Clemente IX, en 1669, universalizó su historia personal, su santidad y su culto. En 1674 era nombrado patrono de la diócesis de Coria-Cáceres; en 1752 se colocaba en la Basílica Vaticana, en Roma, una gran estatua del santo, obra de Francisco de Vergara, privilegio reservado a los grandes fundadores de órdenes religiosas, concedido a él y a Teresa de Jesús; en 1757 se puso la primera piedra de la capilla que había de acoger definitivamente sus restos en su convento de Arenas, obra del arquitecto real Ventura Rodríguez, y en la que dejaron muestra de su buen hacer algunos de los artistas más renombrados del momento: Francisco Gutiérrez, Francisco Bayeu, Sabatini y José Antonio Giardoni, entre otros. En 1826 fue declarado patrono del Brasil, y en 1962 lo era de Extremadura, compartiendo patronazgo con la Virgen de Guadalupe.
Cronología de san Pedro de Alcántara
- 1499 Nace en Alcántara (Cáceres), sus padres son Alonso Garabito y María Vilela de Sanabria. Su nombre de pila: JUAN DE SANABRIA.
- 1507 Queda huérfano de padre.
- 1509 Su madre se casa en segundas nupcias con el también viudo don Alonso Barrantes, de cuyo matrimonio nacieron dos hijos.
- 1511-1515 Estudia en la Universidad de Salamanca.
- 1515 Toma el hábito en Santa María o San Francisco de los Majaretes, Extremadura. Cambió su nombre por Pedro. Después de profeso es trasladado al convento de San Francisco de Belvis de Monroy. Aquí conoció a la Maldonado y a los condes de Deleitosa, bienhechores del convento.
- 1521 Es destinado al convento de San Gabriel de Badajoz.
- 1522-1524 Es ordenado de subdiácono, diácono y sacerdote.
- 2 de febrero de 1529 Muere en Alcántara su padrastro Alonso Barrantes.
- Diciembre de 1532 Es elegido guardián de San Onofre de la Lapa (Badajoz), donde escribe el «Tratado de la oración y de la meditación».
- 1534 Es nombrado por la provincia procurador, juntamente con los guardianes de Monteceli y de los Angeles, ante los obispos de Coria y Plasencia
- 1537 Es llamado a Portugal por el rey don Juan III.
- Octubre de 1538 Es elegido en el Capítulo provincial de Madre de Dios de Alburquerque Ministro provincial de San Gabriel y recibe la fundación del convento de Nuestra Señora de la Esperanza de Villanueva del Fresno (Badajoz)
- Marzo de 1541 Sale para el Capítulo general de Mantua, no pudiendo continuar su viaje más allá de Barcelona, por haber enfermado con grave indisposición. Aquí conoció y trabó estrecha amistad con el virrey de Cataluña quién llegó también a ser santo: Francisco de Borja.
- 1541-1542 A finales del primero o principios de 1542 marcha a Portugal. Llega a las montañas de la Arrábida y construye con los demás religiosos las ermitas y recibe la visita del Ministro general, que aprueba el género de vida y funda la custodia de la Arrábida. Edifica también el convento de Palhâes, siendo su primer guardián y el primer Maestro de novicios de la custodia.
- 3 de octubre de 1544 Es elegido por segunda vez Definidor de la provincia en el Capítulo de Madre de Dios de Alburquerque. Funda un Beaterio de doncellas en Jerez de los Caballeros. Muere también su madre en Alcántara, dejando su testamento hecho en 1540
- 13 de febrero de 1549 Escribe san Francisco de Borja desde Gandía una carta a san Pedro de Alcántara y se ofrece para apoyar las pretensiones del santo con el Papa Julio III sobre el porvenir de la custodia de la Arrábida
- 1550 Viaja otra vez a Portugal para asegurar el porvenir de la custodia y la fundación de la futura provincia de la Arrábida
- 4 de octubre de 1554 Se celebró Capítulo general en San Francisco de los Majaretes. Quedó en él sin oficio. Se le dio autorización a Pedro para hacer vida eremítica en Santa Cruz de Paniagua o de las Cebollas y en el Palancar.
- 22 de agosto de 1557. Francisco de Borja escribe a Pedro de Alcántara desde Jarandilla, prometiéndole visitarle en su eremitorio del Palancar. Lo cumplió con toda probabilidad en noviembre a su regreso a Plasencia.
- 21 de septiembre de 1558. Muere el emperador Carlos V en el monasterio de Yuste. Había intentado escoger en su vida y retiro a Pedro de Alcántara por confesor y director de su conciencia.
- 17-25 de agosto de 1560 Estancia en Ávila de fray Pedro, llamado por doña Guiomar de Ulloa, para tratar de la fundación del convento en la dehesa de «Aldea del Palo» (Zamora). Con este motivo conoció a Teresa de Ahumada, empezando su interminable amistad espiritual con la reformadora del Carmelo. Se entendieron admirablemente, dando Teresa cuenta detallada de su conciencia a Pedro, que la aprobó y serenó con sus consejos y experiencias.
- 14 de abril de 1562 Carta de Pedro de Alcántara a Teresa de Jesús, desde Ávila, en la que le recomienda las fundaciones de conventos sin renta con el mejor encomio de la dama pobreza. Le da consejos prudentes para su gobierno
- Agosto de 1562 Escribe al obispo de Ávila, D. Alvaro de Mendoza, para que recibiese y amparase a Teresa de Jesús en sus fundaciones.
- 14 de octubre de 1562 Última carta del alcantarino a Teresa de Jesús animándola en las persecuciones que sufría por la fundación del convento de San José de Ávila
- 18 de octubre de 1562 Muere Pedro de Alcántara en Arenas (Ávila) «el domingo por la mañana, día de san Lucas, de 1562; a la edad de 63 años y de hábito 47»
- 18 de abril de 1622 Es beatificado por el Papa Gregorio XV por su breve «In sede Principis Apostolorum».
- 19 de octubre de 1622 La villa de Arenas y su comarca hacen solemne juramento y voto para guardar como día de fiesta el aniversario de la muerte de san Pedro y le eligen por Patrono principal, autorizados por el obispo de Ávila
- 28 de abril de 1669 Es canonizado por Clemente IX
- 22 de octubre de 1674 Es elegido Patrono principal de la diócesis y ciudad de Coria.
- 23 de diciembre de 1675 Clemente X extiende el rescripto de aprobación del Patronato de san Pedro sobre la diócesis de Coria y su catedral.
- 31 de mayo de 1826 D. Pedro de Alcántara, primer Emperador de Brasil, proclama a san Pedro de Alcántara como «principal patrón de todo el Imperio de Brasil».
- 22 de febrero de 1962 Juan XXIII declara a San Pedro de Alcántara Patrón principal, juntamente con Santa María de Guadalupe, de toda la región extremeña, por su breve «Commune patriae solum».
Datos importantes
- Nacimiento: 1499 – Alcántara, Cáceres
- Fallecimiento 18 de octubre de 1562 – Arenas de San Pedro, Ávila.
- Venerado en Iglesia católica
- Beatificación 1622 por Gregorio XV
- Canonización 1669 por Clemente IX
- Festividad 19 de octubre
- Patronazgo Arenas de San Pedro (Ávila), Diócesis de Coria (Cáceres), Extremadura, Casa Imperial de Brasil, San Pedro Alcántara, Alcántara.
FUENTES:
- http://www.franciscanos.org/santoral/pedroalc02.html – San Pedro de Alcántara (1499-1562) Maestro espiritual por Julio Herranz, o.f.m.
- http://www.franciscanos.org/santoral/pedroalc06.html – Vida y escritos, M. Acebal.
- http://www.franciscanos.org/santoral/pedroalc03.html– Reformador de la Orden, por J. Álvarez.
- http://www.franciscanos.org/santoral/pedroalc04.html – San Pedro y Santa Teresa, por F. Brändle.
- http://www.franciscanos.org/santoral/pedroalc07.html – Bibliografía, por C. Bermejo.
- http://www.franciscanos.org/santoral/pedroalc08.html – Vida, por Baldomero J. Duque y J. Herranz.
- http://www.franciscanos.org/santoral/pedroalc01.html– Penitente y contemplativo, por Baldomero J. Duque.
- http://www.franciscanos.org/bac/pedroalc05.html – Vida, por Pedro de A. Martínez.
- Eduardo Tejero Robledo, Arenas de San Pedro, La Andalucía de Gredos.
- Gredos, La sierra y su entorno, MOPU, Madrid, 1990;
- Fulgencio Castañar, Conozca el Valle del Tiétar, Ediciones La Vera;
- Tejero Robledo, La villa de Arenas en el siglo XVIII (El tiempo del infante don Luis), Diputación Provincial de Ávila, Avila, 1998.