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Luis Buitrago Peribáñez

Nació en Arenas de San Pedro el 17 de diciembre de 1832, y a los dos días fue bautizado en su parroquia. Sus padres Benito, licenciado en Derecho y Registrador de la Propiedad, y Dª María Peribáñez.

Desde muy niño dio muestras de un talento extraordinario.

Luis Buitrago Peribáñez
Luis Buitrago Peribáñez

Cursó sus estudios superiores en la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid.

Contrajo matrimonio con Dª. Facunda Sanz Rayo-Portocarrero y marchó a Madrid como abogado de los Duques de Pastrana, con quienes le unían estrechos lazos de amistad, por haber sido su padre muchos años administrador de los bienes que la casa poseía en Lanzahíta y en Arenas de San Pedro.

Luis Buitrago Peribáñez fue archivero, abogado e historiador. Comisionado por el Ayuntamiento con este fin se trasladó a Madrid y en los archivos de los Duques de Pastrana a cuyos antecesores estuvo vinculada la Villa de Arenas halló y de allí consiguió traer importantísimos testimonios, los que luego fue publicado en el periódico quincenal por él fundado con el título «La Andalucía de Ávila» desde febrero de 1891 a junio de 1894.

Fue conocido en su tiempo como el «Abogado de los Pobres» por su bondad y generosidad para con los humildes.

Sentía predilección por la investigación histórica. A su incansable búsqueda se debe el descubrimiento de los casi únicos datos que se tenían en aquella época referentes a la historia de Arenas de San Pedro.

Comisionado por el Ayuntamiento con este fin se trasladó a Madrid y en los archivos de los Duques de Pastrana a cuyos antecesores estuvo vinculada la Villa de Arenas halló y de allí consiguió traer importantísimos testimonios, los que luego fue publicado en el periódico quincenal por él fundado con el título «La Andalucía de Ávila» desde febrero de 1891 a junio de 1894.

Por enfermedad de su mujer, regresó a Arenas donde enviudó, quedando con siete hijos. Culto, religioso y con gran sensibilidad social, falleció en Arenas el 22 de abril de 1896 (Almanaque, 1952, 39-40).

Dos años antes de su fallecimiento hizo llegar a Mélida una fotografía de un busto romano de su propiedad hallado en los Veneros, cerca de Arenas de San Pedro. La fotografía debía servir como ilustración del artículo con el título Bronce romano-celtibérico (15 de abril de 1895). Se trataba de una pesa de tres libras romanas representando el busto de una mujer de cuya cabeza parten dos anillas a las que va sujeta un asa, según indica Enrique Ballesteros en su Estudio histórico de Ávila (1894).

En «La Andalucía de Ávila» del 1 de junio de 1894 (año III nº 54), figura la siguiente anotación:

Busto de bronce encontrado por Luis Buitrago Peribáñez
Busto de bronce encontrado por Luis Buitrago Peribáñez

Precioso hallazgo Nuestro asiduo colaborador D. Luis Buitrago y Peribañez, cuyas aficiones a las cosas de la antigüedad, y muy especialmente a las que tienen alguna relación con este pueblo de Arenas, son bien conocidas, acaba de adquirir un objeto precioso, encontrado recientemente en término Jurisdiccional de esta villa, cerca de Ramacastañas por unos jornaleros que se ocupaban en labrar la tierra: objeto que por su forma y por su perfecto estado de conservación, consideramos digno de ser estudiado por los arqueólogos y de figurar en un Museo de antigüedades.

Es un busto en bronce, de altura de trece centímetros, que a pesar de estar hueco, pesa próximamente un kilogramo, teniendo a los lados de la cabeza y en su parte superior dos anillas donde enganchan otras rematadas en cabezas de delfines unidas a la pieza que sirve para llevar cogido y pendiente de la mano el objeto que nos ocupa, que está cerrado por su base con una chapa del mismo metal, y abierto en la parte alta de la cabeza con un agujero circular de dos y medio centímetros de diámetro, cerrándose herméticamente con una tapadera que gira sobre un gozne fijo en la parte posterior. Es notable este busto por la bella proporción de las facciones y por el modelado del cabello que en grandes mechones y bucles cae sobre la frente y a los lados tapando completamente las orejas.

Este objeto completamente cubierto de una capa verdosa que denota su remota antigüedad data sin duda de la época romana y parece debía estar destinado a llevarlo al templo para quemar incienso ante los Dioses adorados por aquel pueblo guerrero que por muchos siglos dominó el mundo, y que aquí fijó también sus reales atraido por los encantos de esta tierra querida donde hemos tenido la suerte de nacer.

Felicitaciones al Sr. Buitrago por su reciente adquisición y por el amor que en esta como en otras ocasiones, tiene demostrado al pueblo de su naturaleza, según han podido apreciar los habituales lectores de este periódico.

«La Andalucía de Ávila», Arenas de San Pedro 1º de junio de 1894, año III, núm 54.

En «La Andalucía de Ávila» del 21 de marzo de 1892, año I, núm. 3, Luis Buitrago Peribañez escribe el siguiente artículo:

Arenas de San Pedro. Origen de esta población.

Aunque ya se comprende que es punto demasiado difícil este que dejo indicado, no puedo excusarme de tratarte, siquiera sea ligeramente, antes de dar principio a la exposición de los datos históricos que he llegado a reunir.

Todos los lectores saben perfectamente que esta península ibérica, por la hermosura de su cielo, por la benignidad de su clima, por la abundancia de sus aguas, por la fertilidad de su suelo, por la especialidad de sus productos agrícolas y por la variedad y abundancia de sus minas, ha sido siempre, y seguirá siendo, el país más envidiado del orbe: como que no hay país alguno que cuente con una serie tan larga de invasores.

Los Íberos, los Celtas, los Fenicios, los Griegos, los Cartagineses, los Romanos, los Godos, los Sarracenos, atraidos sucesivamente por las excelentes condiciones de esta tierra española, vinieron a ella y lucharon valientemente por conquistarla, habiendo dejado todos, especialmente los Romanos, los Godos y los Árabes, huellas indelebles de su dominación.

Dados estos antecedentes, es de suponer que este rincón de España, en que vivimos, y que tanto se distingue por sus condiciones naturales, llamaría la atención de los pueblos invasores, especialmente de los Romanos, de los Godos y de los Árabes, que por espacio de tantos siglos la dominaron. Así lo indican las monedas que aquí se encuentran, ya de la ciudad de Mérida, a cuya provincia pertenecía esta tierra de Arenas bajo la dominación romana, ya de los reyes Godos, ya de los Árabes, siendo considerable el número de las que ha llegado a reunir el autor de estos apuntes. Pero donde han dejado huella más profunda nuestros dominadores es en las minas de hierro de «La Tablada«, a unos cuatro kilómetros de esta población, pues es tanto lo que allí se trabajó, que en sus inmediaciones, especialmente en Los Llanos y en Ramacastañas, se conservan, no ya montones, sino cerros de escoria que suponen muchos siglos de constante explotación.

Por eso, y por la existencia de una Iglesia, con su pila bautismal, y de restos de antiguas construcciones en el hoy despoblado de Los Llanos, encuentro muy aceptable la tradición que ha llegado hasta nosotros de que allí, al lado de las ruinas, a la orilla del caudaloso río y de la inmensa vega, donde está el mejor terreno de la extensa jurisdicción de esta villa, fué donde primeramente estuvo este pueblo de Arenas.

Más antigua es, sin duda, la población de «Ramacastañas«, reducida hoy a tan corto vecindario, que constituye un barrio anejo a esta villa, a pesar de hallarse a la distancia de cinco kilómetros, pues en aquel barrio se encuentran inscripciones antiguas y restos de construcciones que denotan la existencia de una población importante; y se comprende perfectamente que así fuese por su privilegiada situación al pie del desfiladero del Puerto del Pico, entre ambas Castillas, y a la entrada de la inmensa llanura que constituye el llamado Valle de Tiétar. Tan antigua es la población de Ramacastañas que allí se ha encontrado una durísima piedra en forma de hacha, que procede de los tiempos prehistóricos; poseíala uno de los vecinos de aquel barrio, que, en su disculpable ignorancia, creía que era una centella caída del cielo, cuando realmente es una herramienta de corte, labrada por los hombres primitivos antes de conocer el hierro y sus infinitas aplicaciones. Pertenece hoy esta curiosa antigüedad a un ilustrado vecino de esta villa, que, según tengo entendido, ha de honrar con sus escritos las columnas de este periódico.

Por lo demás, en Arenas no se encuentran monumentos que daten de tiempos anteriores a la reconquista. El atrio formado por cinco robustas columnas, que constituye el portal de la Carnecería, pudiera pasar por una construcción romana, atendido su estilo y su excelente ejecución; pero entiendo que datará esta del siglo pasado y que sería obra del arquitecto D. Ventura Rodríguez, tan apasionado del estilo romano, pues carece de aquel barniz que le hubieran impreso el transcurso de tantos siglos.

Todos los monumentos que hoy vemos en Arenas, datan de la reconquista y de los tiempos posteriores. De los tiempos de la reconquista, de aquella lucha gigante que durante siete siglos sostuvimos con los moros, hasta arrojarlos de Granada en el reinado de Isabel la Católica, de aquella Reina incomparable nacida en esta misma provincia de Ávila, datan los documentos que posea, y que servirán de base para los artículos siguientes, y si la benevolencia de los lectores me anima a continuarlos.

Luis Buitrago y Peribáñez. La Andalucía de Ávila del 21 de marzo de 1892, año I, núm. 3

En el número 33 del año II de La Andalucía de Ávila del 21 de junio de 1893, Luis Buitrago Peribáñez escribe un artículo en el que habla de su descubrimiento de una serie de correspondencia íntima entre Lope de Vega Carpio y su egregio protector el Duque de Sessa. En el año 1863 Luis Buitrago Peribáñez era oficial mayor del Archivo de la ilustre Casa de Altamira en Madrid, a la que correspondía, entre otros veintitantos títulos, el Ducado de Sessa. Fue allí donde encontró en un legajo de papeles indiferentes una copia de la epístola en verso que el inmortal Cervantes, desde su cautiverio en Argel, dirigió a Mateos Vázquez, Secretario de Estado del Rey Felipe II. En ella se solicita que intercediese con el Rey en favor suyo y de sus compañeros de desgracia. Años después se publicó la «obrita» que lleva por título «Los amores de Lope de Vega revelados por el mismo en sus cartas al Duque de Sessa», encontrada también por Luis Buitrago Peribáñez entre esos papeles.

El 22 de Abril de 1896 fallecía en Arenas de San Pedro don Luis Buitrago Peribáñez.

FUENTE: Haciendo Turismo en Arenas de San Pedro, Red Digital de Colecciones de Museos Gobierno España y Periódico La Andalucía de Ávila.