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Don Álvaro de Luna y la Triste Condesa Doña Juana de Pimentel

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Tumba de don Álvaro de Luna y doña Juana de Pimentel en la Catedral de Toledo - TiétarTeVe

Don Álvaro de Luna y la Triste Condesa doña Juana de Pimentel, personajes importantes en la historia de Arenas de San Pedro, en el Valle del Tiétar.

Foto: Wikimedia // Dominio Público

El Valle del Tiétar es uno de lugares de la geografía nacional que puede presumir de tener más historia.

Durante siglos, nuestras tierras han sido el escenario de grandes batallas y el motivo de fuertes disputas entre monarcas. Dos de los personajes más importantes de esta historia fueron Don Álvaro de Luna y su segunda esposa, Doña Juana de Pimentel, conocida popularmente como la Triste Condesa.

La vida de Don Álvaro de Luna valdría como base para más de una película de intrigas y mentiras palaciegas que terminan saldándose con la muerte del protagonista. De hecho, hasta la historia de sus descendientes es tan interesante que ha dado pie a diversos espectáculos como el llevado a cabo en Abril en La Adrada, Ávila.

Nacido hacia finales de 1390 en la localidad de Cañete, perteneciente en la actualidad a la provincia de Cuenca, Álvaro de Luna procedía de una familia de origen aragonés pero que desde finales del siglo XIV había jurado su fidelidad a la Corona de Castilla. Luna fue considerado como descendiente no legítimo de uno de los sobrinos del Papa Luna, Don Álvaro Martínez de Luna, quien siempre dudó de su parentesco.

Sin embargo, y tras la muerte de éste, su tío Pedro de Luna logró introducirlo en la corte de Juan II en donde comenzó a escalar puestos llegando a ser la mano derecha del futuro rey.

Inteligente y estratega, Don Álvaro terminó por ganarse la plena confianza del rey Juan II cuando lo liberó de su cautiverio en Talavera de la Reina en 1420. Allí llevaba preso cinco meses por Don Enrique, infante de Aragón.

Desde ese momento, la tensión entre la Corona de Castilla y la de Aragón aumentó y los conflictos armados se sucedieron, siendo Don Álvaro uno de los mayores instigadores a la lucha por defender a Castilla de lo que él considerada un abuso por parte de la nobleza. Sus actos le valieron estar desterrado de Castilla en más de una ocasión, pero Luna siempre acabó regresando a su tierra adoptiva, en donde era recibido como un héroe.

Su ascenso meteórico dentro de la Corte y su posición cercana al rey le valieron el odio de un sector muy poderoso de la nobleza que quería verlo lejos del monarca a toda costa. Esto no solo no sucedió, sino que consiguió convencer a Juan II para enfrentarse en una guerra contra la corona aragonesa con el objetivo de eliminar a todos los vasallos de los Infantes de Aragón de tierras castellanas. Este conflicto armado tuvo lugar entre 1429 y 1430, aunque hubo que esperar hasta 1436 para que se firmase la paz definitiva y Aragón reconociese su derrota.

Gracias a este movimiento, el poder de Don Álvaro alcanzó su máximo nivel, llegando a ser considerado como el hombre más poderoso de Castilla después del rey. Fue en aquella época cuando contrajo nupcias con Juana de Pimentel, en cuya dote se incluía el señorío de Arenas de San Pedro, recibido por Rodrigo Alonso Pimentel después de la caída del Condestable López Dávalos.

A pesar de que la figura de Don Álvaro de Luna suele ser la que acapara todo el protagonismo de este matrimonio, lo cierto es que Juana de Pimentel fue una mujer adelantada a su tiempo. Su personalidad fuerte y regia, unida a un temperamento nada propio de una dama de la época han sido desde años motivo de elogio y estudio, llegando incluso a ser la protagonista de diversas obras escritas y audiovisuales. Juana de Pimentel fue feminista cuando este término ni siquiera existía, y le plantó cara a hombres poderosos a pesar de ser consciente de que partía en desventaja. Esta mujer humanista consiguió hacerse un hueco en un mundo dominado por los hombres, tal y como lo hacen a diario cientos de mujeres, sobre todo en el campo de los deportes en donde victorias como la de María Lampropulos o la de Carolina Marín nos demuestran que el género es tan solo una etiqueta.

Foto: Wikimedia // Dominio Público

La fortaleza de Juana surgió precisamente tras la trágica muerte de Álvaro de Luna. A pesar del éxito conseguido en el enfrentamiento con Castilla, la segunda mujer de Juan II, Isabel de Portugal (futura madre de Isabel la Católica), recelaba de las intenciones de Luna, por lo que instó al rey a que prescindiera de sus servicios. Así fue como en abril de 1453 Juan II ordena que Don Álvaro sea apresado y llevado hasta el castillo de Portillo, donde permanecería hasta principios de junio, momento en el que fue trasladado hasta Valladolid.

En la ciudad, Don Álvaro fue decapitado en un acto público. Ante la noticia de la muerte de Luna, Juana se recluyó en el castillo de Escalona negándose en redondo a dejar que las tropas reales se hicieran con los bienes de Don Álvaro cuya titularidad recaía ahora en su persona y en la de sus descendientes. Tal fue la perseverancia de Juana, que finalmente Juan II aceptó que mantuviera aquellos bienes que le correspondían por su dote, entre los que se encuentra Arenas de San Pedro y su fortaleza. Todos los documentos que se conservan de esta época fueron firmados por Juana con el sobrenombre de “la Triste Condesa” en recuerdo de Don Álvaro.

En julio de 1454 el rey falleció y fue sustituido en el trono por Enrique IV de Castilla, quien no dudó en volver a la carga contra Juana, llegando incluso a condenarla a muerte junto a su descendencia. Sin embargo, la amenaza no llegó a cumplirse y Enrique IV finalmente les perdonó la vida y les permitió continuar viviendo en Arenas de San Pedro.

Enamorada de los paisajes de estas tierras, la condesa vivió durante muchos años en Arenas de San Pedro.

Hacia el final de su vida se mudó a Guadalajara en donde murió en 1487, no sin antes donar a los arenenses un gran número de tierras y dehesas para agradecerles su apoyo durante sus enfrentamientos con el monarca.

Tumba de don Álvaro de Luna y doña Juana de Pimentel en la Catedral de Toledo - TiétarTeVeEn la actualidad varias calles e institutos homenajean a Don Álvaro de Luna y a su esposa, la Triste Condesa Doña Juana de Pimentel.

En el Museo del Prado, además, se puede disfrutar de un dibujo del pintor Cecilio Pizarro que cuenta con estas dos figuras ilustres de nuestras tierras como protagonistas.

FUENTE: TiétarTeve
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