Artículos de Luis Buitrago Peribáñez en el periódico quincenal «La Andalucía de Ávila». Año I número 2 del 6 de marzo de 1892.
Vamos a comenzar a transcribir los artículos que don Luis Buitrago Peribáñez escribió en el periódico «La Andalucía de Ávila», los que obran en nuestro poder. El periódico quincenal se definía, en sus primeros años, como «defensor de los intereses de Arenas y su partido» y se publicó desde el 21 de febrero de 1891 hasta el 1 de junio de 1894, bajo la dirección primero de don Gerardo Bermúdez (11 números) y de don Emilio Fernández de Villegas después.
En su manifiesto editorial del primer número exponen: «Nuestro pensamiento, nuestra mira, nuestro deseo, nuestro propósito es ser eco fiel de la opinión, hablar el lenguaje de la sinceridad y constituirnos en acérrimos defensores de Arenas y pueblos de su jurisdicción». «No perdonaremos sacrificio alguno con tal de conseguir nuestro ideal, de sacar a Arenas del silencio sepulcral en que se haya sumida y salir de esta vida monótona e inactiva en que vivimos».
Desde el número 2 colaboró habitualmente el abogado Luis Buitrago y Peribáñez (1832-1896), arenense a quien debemos, entre otros documentos históricos y literarios la carta de Villazgo (1393), copiada en el archivo de los duques de Pastrana.
Comenzamos con su primer artículo en el número 2 del periódico «La Andalucía de Ávila».
La Andalucía de Ávila – Año I – Número 2 del 6 de marzo de 1892

Invitado por los fundadores de este periódico, jóvenes animosos y entusiastas, cuya valiente iniciativa no me cansaré de elogiar, a escribir algo que ofrezca interés a la mayoría de los lectores, me ha parecido que nada llenaría mejor el objeto por ahora, que unos artículos descriptivos de esta comarca y de esta población, de su historia, de sus monumentos, de sus especiales productos y de las mejoras de que es susceptible. Dando, pues primero a la obra, voy a decir algo sobre el aspecto general de esta comarca de Arenas de San Pedro.
Para poder apreciar en su conjunto las condiciones y bellezas de esta comarca, conocida en lo antiguo con el nombre de Campana de Arenas, no encuentro punto más apropósito que el Puente de la Corredera, a la orilla de la población.
Colocado allí el observador, y dirigiendo la vista a la elevada Sierra, que, cual grandioso anfiteatro, lo circunda todo por el Norte y el Occidente, se encuentra, en la gradería más alta, con una ancha faja de blanquísima nieve, donde la naturaleza próvida va almacenando, en estado de solidez, en el invierno, el agua que en el verano, cuando escaseen las lluvias, ha de continuar surtiendo abundante nuestros ríos y nuestras fuentes, y ha de refrescar el abrasado ambiente, dejando todavía un sobrante para que en la estación calurosa podamos permitirnos el refinamiento de las bebidas heladas. En la gradería inmediata la extensa faja de los siempre verdes pinares, que producen la embalsamada resina, de tantas y tan útiles aplicaciones, las maderas de construcción, la leña que diariamente quemamos en nuestros hogares y las piñas conque fácilmente se enciende; luego la faja de los castañares que dan, sin cultivo apenas, la fruta más abundante y de mayor exportación de este país, después la faja de los olivares, que producen el aceite más exquisito que tenemos en la península, más abajo las viñas, a seguida los frutales en toda su infinita variedad, cuyos especialísimos productos son por todas partes bien conocidos, y por último, el bullicioso y cristalino río, con sus presas y cascadas que dan movimiento a una porción de molinos de aceite y de harina, con las alegres lavanderas vestidas de vivos y variados colores, con la ropa tendida sobre las piedras, que emula la blancura de la nieve de allí arriba, con los pescadores de caña atisbando pacientemente la exquisita trucha que han de ofrecernos a ínfimo precio, y con las aves acuáticas de nuestros corrales surcando graciosamente los remansos del caudaloso río, en cuyas límpidas aguas se refleja la exuberante vegetación de sus horillas.
Todo esto constituye un paisaje encantador, que fascina y le hace a uno imaginarse que está abarcando con su mirada un pequeño mundo, o que se encuentra en una isla en medio del inmenso mar, o en un bello oasis en medio del desierto. Porque la verdad es que aquí, bajo un cielo casi siempre azul y en una atmósfera casi siempre templada, apenas falta nada de lo que es necesario para la vida, pues tenemos en abundancia en nuestro derredor, los cereales, los ganados, el vino, el aceite, el agua potable más pura y cristalina, la caza, la pesca, las frutas, leña, las maderas de construcción, la cal, la piedra de granito, y en medio de todo esto las cómodas casas donde albergamos con nuestras familias, los huertos y jardines donde recrearnos, y la magnífica Iglesia donde dar gracias a Dios por tener la dicha de encontrarnos en este delicioso rincón de la tierra que nos hace recordar las descripciones del Paraíso.
Diariamente estamos viendo y contemplando todo esto y por eso no nos causa impresión, para que tantas bellezas nos impresionen preciso es que nos alejemos de aquí por algún tiempo: porque, como en ninguna parte hemos de ver nada que se parezca a tan admirable conjunto, al regresar comparamos y no podemos menos de reconocer los superiores encantos de nuestro país.
Así se explica por qué todo forastero que viene a honrarnos con su visita, no sabe cómo separarse de esta población, y por qué hay tantos que aquí se establecen, y aquí viven tranquilos y contentos, disfrutando de salud y prosperidad.
Acaso diga alguno que hay exageración en lo que pinto y describo. Si así es, dispénsela el entusiasmo que siento por este bello país donde tuve la suerte de nacer, donde se forjaron y se realizaron mis más bellas ilusiones donde tantos años llevo ejerciendo mi noble profesión y donde al presente tengo la honra de administrar justicia en el más ínfimo grado de la escala judicial.
Como legítimo corolario de este mi entusiasmo y con la esperanza de llegar a reunir materiales para escribir algo parecido a una historia de esta renombrada villa de Arenas, hace tiempo que me ocupo en acumular datos, tomándolos, no de los autores que en lo poco que han dicho de ella han incurrido en mil inexactitudes, sino de las verdaderas fuentes históricas.
Algunos de los que lean estos apuntes recordarán que hace algunos años me honró el ilustre Ayuntamiento de esta villa con una comisión que me obligó a visitar detenidamente los archivos de las Casas de Infantado, Pastrana y Benavente, donde tuve ocasión de tomar muchos datos históricos de esta villa, que han de servir de base para los artículos que me propongo escribir en este naciente periódico, que no de otro modo podrían calificarse mis estudios, pues faltan materiales para una Historia y, aunque los hubiera, no me considero con fuerzas bastantes para poder escribirla.
Luis Buitrago Peribáñez.
Puede leerse la biografía de Luis Buitrago Peribáñez en nuestra página en TiétarTeVe.com: https://tietarteve.com/luis-buitrago-peribanez/